BÁRBARA: Nos encontramos con Monseñor Kike Figaredo, asturiano. Es una de esas almas privilegiadas tocadas por la gracia de Dios. Armado de una vocación tan sumamente ejemplar, que ha sido congratulado con infinidad de reconocimientos y premios. Monseñor, ¿Cuándo supo, que la vocación guiaría su vida?, ¿qué le llevó a tan espiritual labor?

KIKE FIGAREDO: Bueno, pues fue un proceso todo. Yo procedo de una familia religiosa, eso quiere decir que aprendí a rezar en casa. Vi a mis padres rezar mucho y a mis hermanos. Y entonces, yo buscaba a Dios y rezaba y le pedía que me mostrara. Y siendo colegial, los padres Jesuitas me invitaron a ir a un congreso de jóvenes cristianos, un congreso ecuménico en Francia. Y allí rezando, pues tuve mi momento de iluminación, El Señor me habló como muy claro, iluminándome, diciéndome que si quería conocerle…

B.: Entiendo que en ese momento ¿aún era pequeño?

M.K.F.: Sí. 16 años. Y que si quería conocerle, el rostro suyo eran las personas y especialmente con la gente sencilla y pobre y que allí me podía encontrar con Él. Para mí, fue una revolución aquello. O sea, de repente aquello me hizo entender que al Señor había que buscarlo en la gente sencilla. Y entonces, me empezó a interesar muchísimo leer La Biblia, ir a misa todos los días. Aquello me cambió totalmente, me hizo sentir la vida más religiosamente y con profundidad, sencilla, como un chico de 16 años. Yo tenía mucho interés, lo que yo andaba buscando, lo estaba encontrando.

B.: Claro. Entiendo que, una cosa es la vida espiritual, donde se está orando y otra cosa es la labor, los actos. Hoy por hoy, usted es el Obispo de Camboya, donde está realizando una labor humanitaria increíble. ¿Puede contarnos un poco en qué consiste toda esa labor humanitaria?. ¿Anteriormente también estuvo en Tailandia verdad?

M.K.F.: Sí. En los campos de refugiados. Acabo entrando en el noviciado y cuando estaba ya acabando economía y filosofía, cayeron en mis manos unos papeles sobre el servicio a los refugiados. Y aquello me fascinada, porque era ir a conocer a personas que han sido expulsadas de su país por la guerra y que no tienen un lugar seguro y viven en campos de refugiados. Y yo quería ir a trabajar con ellos. Entonces le pedí a mis superiores que me enviaran y aceptaron y me enviaron a los campos de refugiados de los camboyanos que estaban en Tailandia.

B.: Tengo conocimiento de su increíble capacidad para llevar a cabo grandes labores humanitarias, de una convocación de ayuda humanitaria tan impresionante como conseguir casi 25.000 sillas de ruedas. ¿Verdad?

M.K.F.: Bueno…, todo se hace, pero paso a paso. Y también, porque tengo la suerte de que El Señor me da gente estupenda trabajando conmigo y entonces, bueno, yo no lo hago todo, lo único que hago es facilitar y hacer que las cosas sucedan. Y con entusiasmo y con alegría, hacemos que las cosas sucedan para la gente más sencilla. O sea, todos estos proyectos que tenemos de ayuda a las personas con discapacidad, con la silla de ruedas, con un hogar al que llamamos Centro Arrupe para ellos, con la educación en pueblos remotos…

B.: Monseñor, ¿cuántos años lleva allí?, ¿desde Tailandia y Camboya?

M.K.F.: Desde el comienzo ¡32 años!. Desde el año 85. Desde que tenía 25 años. Este año cumplo 60. O sea, llevo más de media vida allí.

B.: ¡Qué barbaridad!, ¡casi es más asiático que occidental!, ¡¿verdad?!

M.K.F.: Un poco de eso, un poco de eso… Sí, sí.

B.: Es usted Sacerdote Jesuita. ¿Por qué cree que los Jesuitas están considerados el cuerpo de élite de La Iglesia?, para que sepan un poco los lectores a qué nos referimos.

M.K.F.: Bueno, hay un poco de todo, pero supuestamente a los jesuitas nos forman, o nos ayudan a tener una formación como más, intelectualmente, como más larga o más profunda y también espiritualmente, pues aprendemos con los ejercicios espirituales a saber discernir y a rezar las cosas. Y entonces como que la preparación que se nos da en la Compañía de Jesús, pues tiene unos componentes que nos hace ser como de Infantería o de Marina.

B.: Exactamente. ¡Qué bonito!… Por el año 84, creo fue cuando apareció la película de La Misión, algo precioso. No sé si pudo haberle influido de alguna manera.

M.K.F.: Bueno. Me confirmaba lo que yo quería hacer. O sea, vi la película después.

B.: ¿Después de tomar la decisión verdad?

M.K.F.: Eso es. Yo ya estaba trabajando en los campos de refugiados. Y la película que vi antes de ir fue Los gritos del silencio, que era sobre la tragedia en Camboya. Pero la película de La Misión, ya la vi estando en los campos de refugiados. Me emocionó mucho. Lloré. Lloré porque me sentía muy identificado con lo que veía y también con los dilemas que salían allí en la película, porque de alguna manera, pues también en Camboya vivimos dilemas que igual desde lejos no se entienden, pero que nosotros estamos muy cercanos a las necesidades básicas y espirituales de la gente.

B.: ¿Llegó a conocer a Vicente Ferrer por su labor en la India?

M.K.F.: Personalmente nunca le conocí, pero su obra sí la visité y me inspiró siempre.

B.: ¿Llegó a conocer a su mujer y a su hijo Moncho?. Quizás por su relación con Asia…

M.K.F.: No, pero conozco su obra a través de documentos y libros y a mí esto, siempre me inspiró muchísimo. O sea, me pareció que la labor que ha realizado es excepcional, totalmente excepcional. Y ahí sigue…

B.: … la verdad, me parece que la labor que desempeñan es encomiable, absoluta y rigurosamente, e igualmente, encomiable que su labor Monseñor, por supuesto que también me refiero a usted. Creo que es digno de admiración y comprensión. ¿Qué consejo podría dar a los jóvenes desde su punto de vista, desde la labor que desempeña y desde el punto de vista religioso?

M.K.F.: Bueno, pues yo creo que todos tenemos algo que aportar, por muy poco que sea. Y que merece la pena salir de nuestros lugares de confort e intentar ayudar a personas que están en necesidad. Pero igual hay casos en los que no hace falta irse muy lejos, porque se tienen en los barrios o en zonas marginadas en nuestros lugares. E incluso en la familia se puede encontrar. Pero también, muchas veces, el ejercicio de peregrinación a un país que no es rico y que hay mucha gente pobre y estar en contacto directo ayuda, ayuda, ayuda a abrir la mente, el corazón y también la vida.

B.: ¿Cómo logra compaginar la evangelización con la filosofía budista en Asia?, ¿cómo casa esto?. No sé si ello casa muy bien.

M.K.F.: Bueno, cada cosa en su sitio, pero nos hacen aprender muchas cosas. O sea, la meditación no es monopolio del budismo, las tradiciones culturales de allá después se plasman en el budismo, la meditación… O sea, esto de estar en paz, mirar la respiración, sentir el contacto de la naturaleza en uno, pues son pasos que nos pueden ayudar a nuestra propia oración y meditación cristiana. Y hay mucho que aprender. En mi caso, lo que hago es compaginar lecciones que nos dan para la meditación.

B.: ¿Qué es lo más duro que hasta ahora considera que haya podido vivir?

M.K.F.: ¿Hablando en general?

B.: Sí.

M.K.F.: El saber sufrir con los que sufren, o sea, el saber llorar con los que lloran, el estar presente y tener…, no sé si decirlo así, como ¿la frustración de que no podemos cambiar las cosas?, y que tenemos que ofrecerle al Señor. Eso es una lección que no la tengo terminada de aprender y que es complicada, o sea, estar con la gente que sufre y sufrir con ellos, es de las experiencias más complicadas, porque uno quiere cambiar las cosas y quiere que las cosas sean de otra manera. Y entonces, el acompañar, el guardar silencio, el estar…, es complicado y además uno, no se acostumbra. Entonces, para mí es una experiencia muy dura el estar al lado del sufrimiento, de las personas. Muchas veces de personas que son muy sencillas y que son sufrimientos injustos. El estar ahí, el estar presente.

B.: ¿Cree que faltan hoy en día espíritus vocacionales para las misiones?

M.K.F.: Yo creo que no. El problema es que ahora se da de maneras diferentes, quiero decir, que antes eran sólo los religiosos, los sacerdotes, las monjas…, eran los que iban de misiones, ahora, yo creo que hay muchos jóvenes laicos profesionales que se suman y los hay que son buenísimos y que su compromiso es permanente, es de por vida también. O sea, pero desde una vida no religiosa de comunidad, sino de equipo, de trabajo…

B.: Desde la mera empatía ¿verdad?

M.K.F.: Sí. En mi caso, no es que tenga exceso de gente, pero tengo muchas personas que no puedo acoger y tengo que desviarlos a otras misiones. Hay muchísima generosidad.

B.: ¡Qué bonito!. Imaginaba que iba a ser esa la respuesta. Pero como se habla a veces de esa falta de vocación…

M.K.F.: Yo creo que no, lo que pasa es que tiene nuevas formas, ¿no?. Pero que va, mi experiencia es de muchísima generosidad, de muchísima calidad de los jóvenes y de un compromiso de vida. Bueno, igual no pueden estar conmigo en Camboya toda la vida, pero después vuelven a sus familias y trabajan en la Cooperación Internacional, o se van a otro país. Yo tengo voluntarios que han estado conmigo en la misión de Batambang y ahora están en Etiopía o en Uganda, y siempre, por decirlo así, con La Iglesia y trabajando de una manera muy sencilla.

B.: Pues resulta muy agradable escucharlo… Si no se hubiera dedicado a esta vocación humanitaria, ¿cuál hubiese sido su otra vocación?. No sé si tiene algo pendiente o quizás lo compagine con su vida espiritual.

M.K.F.: Pues no lo sé. Muchas veces pienso que yo hubiera sido feliz siendo padre de familia también. Y yo iba abocado a ser empresario, pero yo creo que lo que tengo en Camboya es que soy empresario social, empresario del Señor. Cuando veo a mis amigos que tienen familia, los miro así con el rabillo del ojo, como diciendo – yo podría estar como ellos-. Pero estoy muy contento con lo que El Señor me ha llevado. Yo no me cambio por nadie. Soy la persona que tiene…, por decirlo de alguna manera, más bendecida y más suerte en el mundo y que estoy en un lugar precioso.

B.: Bueno, de alguna manera, ¡tiene miles de hijos adoptivos!

M.K.F.: Eso es. Sí, sí, sí…Hijos que lo bonito es que son de Dios, no son míos.

B.: En una ocasión, un sacerdote sevillano, en una Iglesia del barrio de Santa Cruz y llegado a su tierra después de muchos años, increpaba con dureza en la homilía a los feligreses por gastar tantísimo dinero en cofradías de la Semana Santa y muy ofendido exclama con los brazos en alto, – ¡¿se imaginan ustedes a la Virgen María por los cielos con la cabeza cargada de joyas que apenas pueda levantarla por culpa de tanto peso en oro y brillantes?!. ¿Cómo osan gastar lo que despilfarran en la feria de Sevilla? ¿No sienten vergüenza de tantísimo gasto derrochado habiendo tantísimos pobres? – y añadió, – Una cosa es la Iglesia de Jesucristo, la Iglesia de los pobres, y otra es, la que recuerda el Papa Francisco. ¡Vaya el trabajo que tiene el Papa Francisco -.Después de acercarme a saludar al sacerdote me dijo, con miedo, – realmente, tan sólo me he limitado a predicar lo que dice el Evangelio de hoy –. Monseñor, ¿qué opinión le merece esta exposición? -. Pero además, los feligreses ni se inmutaron. Fue muy chocante.

M.K.F.: Bueno. Hay que verlo en el contexto que lo dice, ¿no?. También, si él es sevillano y conoce las cosas…

B.: Sí. El sacerdote era sevillano. Regresó a su tierra después de muchos años, pero hablaba con un fuerte acento castellano. Y hablaba muy, pero que muy ofendido sobre ese asunto…

M.K.F.: Bueno… yo creo que lo que me surge… En estas cosas hay que ser muy prudente en lo que se diga, porque la devoción de la gente es también muy importante, ¿no?, y las tradiciones que se tienen. Pero bueno, una palabra de este tipo un poco profética pero amable, pues tiene que ser amable, no está mal, para que todo el mundo piense un poco que lo que se busca es una religiosidad…, pues…, sincera. y que no sea simplemente cultural. Que Dios quiere que seamos sencillos y no arrogantes y… Bueno, pues yendo en ese sentido, si se dice de una manera no hiriente, pues está muy bien, porque así…

B.: ¡… Que se pueda tomar un poco más de conciencia, digamos!. ¿No?

M.K.F.: Eso. Eso. Eso es, pero no con el deseo de destruir, sino con el deseo de hacer las cosas mejor.

B.: Monseñor, ¿conoce usted al Padre Ángel?

M.K.F.: ¡Sí!, ¡Sí!, ¡mucho, mucho!

B.: Claro, entonces ¿conoce su Iglesia de San Antón en la calle Fuencarral de Madrid?

M.K.F.: ¡Sí, sí, sí…!. He estado muchas veces.

B.: La Iglesia del Padre Ángel como bien sabe, está abierta las 24 horas, los 365 días del año y como habrá visto, tiene una imagen a tamaño natural del Papa Francisco donde pide, que todas las Iglesias debieran estar abiertas. ¿Es usted de la misma opinión?. ¿Considera que debieran permanecer así para todos los pobres?

M.K.F.: Bueno, yo creo que también es un contrapunto para las Iglesias que igual son demasiado formales o demasiado lejanas de los problemas de la calle ¿no?. Yo creo que la Iglesia de San Antón y el Padre Ángel, nos ayudan a pensar las cosas de manera diferentes y entonces…, bueno, pues no está nada mal. Yo estoy muy contento con la propuesta que tiene él de Iglesia, pero no todas las Parroquias e Iglesias tienen que ser como la de San Antón. Pero yo creo que aporta unas dimensiones muy bonitas, de las cuales tenemos que aprender. Y la Iglesia está abierta a mucha gente que no es creyente o que no es practicante y que acoge…

B.: Claro, porque además allí hay gente de toda índole y todo tipo de religiones…

M.K.F.:¡Sí, sí, sí!. Bueno, yo he visto esa inspiración pero de maneras diferentes como el padre Ángel, de Iglesias abiertas a personas que viven en la calle. Ahora acabo de venir de Barcelona y vi una Iglesia allí, la Iglesia de Santa Ana y que estaba la Iglesia repletita de gente, de transeúntes, de gente sencilla que vive en la calle.

B.: ¡Sí!. Creo que lleva un poco la misma línea que el padre Ángel. Me parece. ¿No?. Creo que tienen mucha comunicación entre ellos.

M.K.F.: ¡Sí!. Pero yo creo que el padre Ángel nos ayuda a abrir la Iglesia a muchas personas, de una manera muy sencilla, a problemas y retos que tenemos sociales, que desde el Evangelio tenemos que responder. Y entonces da una inspiración para que otras Iglesias, cuando digo otras Iglesias, digo otras Parroquias, otros párrocos, otras congregaciones religiosas, puedan abrir las puertas a gentes más sencillas, gente que está lejos de la Iglesia, gente que está lejos de la vida cristiana pero que tiene unas necesidades espirituales y materiales muy fuertes. Que hay que acogerlas. Entonces yo creo que el padre Ángel tiene una función preciosa, no sólo a la gente a la que ayuda directamente, sino que nos hace pensar. Bueno, creo que no todo el mundo tiene que ser el padre Ángel, pero que el padre Ángel nos ayuda a ver las cosas de manera diferente.

B.: Pasando a otro tema muy distinto. ¿Está al tanto de la situación política de España?. ¿Qué opinión le merecen los políticos tanto de un bando como de otro?

M.K.F.: Bueno. Yo desearía que los políticos pensaran menos en sus partidos y piensen más en el bien común, en el bien de la nación, en el bien del estado. Y a ver si en estas elecciones que va a ver de futuro, si sale algo más constructivo y no tanta división y tan poca inspiración que nos haga sentirnos unidos. Claro. Yo lo vivo con tristeza. Como que veo una falta de liderazgo para todos. Ahí no entro en la política de quién es mejor. Yo creo en las personas y creo que si tuviéramos políticos que estuvieran más centrados en las personas, no tanto en los partidos, pues las cosas nos irían mejor.

B.: ¿Considera por tanto, por lo que me dice, que pueda haber una carencia de empatía importante en los políticos?

M.K.F.: Bueno, yo creo que hay como una distancia muy grande entre, -no sé di decirlo así-, entre el pueblo de Dios y los políticos, que viven más en sus estrategias de partido, de electorado. Las cosas van por el electorado no por el bien común, ¿no?. Lo común es lo más importante. Bueno, igual el problema está en el sistema electoral que tenemos. Claro, que yo llevo muchos años fuera, pero algo sí veo, porque hoy en día con Internet pues uno se entera de muchas cosas.

B.: Anteriormente hemos hablado de la película de La Misión, quería preguntarle al respecto, ¿cuál es su película favorita?

M.K.F.: (Con entusiasmo) Bueno, ¡La Misión me encanta!, ¡La Misión me ha inspirado!, pero yo no veo cine y entonces no puedo decir mucho…

B.: Así como Juan Pablo II decía que su actor favorito era Charlie Chaplin…

M.K.F.:(Se sonríe agradecido) Bueno, Charlie Chaplin a mí también me encanta, me gusta mucho. Me parece una persona que comunica mucho sin hablar y también comunica unos valores impresionantes y es una maravilla, y además con sentido del humor.

B.: ¿Quién es Dios para usted?

M.K.F.: Pues por decirlo así, es el dueño de mi existencia, es quien me marca la vida. Es mi prioridad, es como mi primer amor, no sé cómo decirlo. Es el fundamento de todo lo que hacemos y de lo que soy.

B.: ¿Cuál sería su color y por qué?

M.K.F.: (Se sonríe) Bueno, voy a decir un color y porqué me gusta, pero después voy a añadir otra cosa. Me encanta el color verde porque es un color que da esperanza, es la naturaleza y me ha gustado siempre el verde en muchos tonos…

B.: ¿Dónde se hubiera ido de no haber sido Asia?

M.K.F.: Bueno, países de misión, yo creo que hubiera ido a América Latina, a algún país de América Latina. No porque lo conozca, sino porque siempre pensé en que igual en América Latina, yo creí que cuando me presentaba de voluntario para refugiados, creí que me iban a enviar a Honduras o a un país sencillo y pequeño de América Latina. Pero me mandaron para Asia y yo feliz. Muy contento.

B.: Monseñor, ¿qué significa para usted el miedo?

M.K.F.: Para mí el miedo es como paralizador, hace que no seamos nosotros mismos, como que te congela, te deja paralizado.

B.: ¿Y su mejor sueño?

M.K.F.: Para el mundo o para todos, sería que este mundo fuera como una fiesta, que estuviéramos todos pudiendo festejar juntos. Y en una fiesta se pierden los roles de quién es rico y quien es pobre, quien es quien… Y festejando todos juntos. Para mí un sueño sería eso, o sea, un banquete en el que todo el mundo estaría invitado.

B.: ¿Qué significado tiene para usted el amor?

M.K.F.: El amor es donde se muestra nuestra identidad con Dios y cuando digo nuestra identidad con Dios, es que Dios nos ha dado su amor y de eso vivimos. Y entonces el amor sería como la manera en que Dios se ha comunicado a nosotros. Intentamos pues, comunicarlo a los demás.

B.: ¿Lo que menos soporta?, o ¿lo que más detesta?

M.K.F.: Lo que peor llevo es el ver dolor e injusticia, o sea, ver el dolor injusto, por decirlo así.

B.: ¿Y qué significado tiene para usted la ira?

M.K.F.: Para mí la ira es negativa, o sea, no quiero que exista…, pero si es una ira, como pudiéramos decir, “La ira de Dios”, o sea, que Dios se enfada porque no acabamos de responder, bueno, pues ahí sería como un “cachete” ¿no?. Pero la ira…, por favor, que no exista…, que no exista.

B.: Monseñor, defíname por favor, empatía.

M.K.F.: Sentir con el otro queriendo tener los mismos sentimientos.

B.: ¡Qué bonito!… Y ya por último, ¿podría definirme a Monseñor Kike Figaredo?

M.K.F.: Bueno pues, por decirlo así, que es una persona que es aspirante a seguidor del Señor. O sea, que yo aspiro a ser discípulo del Señor.

B.: Pues esto ha sido todo. No sé si quiere añadir algo más.

M.K.F.: Pues muchísimas gracias. Agradecimiento.

B.: ¿Sí verdad?

M.K.F.: Quería dar las gracias..

B.: ¡Por Dios! Agradecida está una. Ha sido un auténtico honor poder entrevistarle y más perteneciendo a la familia del clero. Quiero confesarle que estuve a punto de partir a las misiones.

M.K.F.: (Muy sorprendido) ¿Ah sí?

B.: (Sonriendo) No se extrañe aún que algún día le llame y le pida que me haga hueco por favor.

M.K.F.: Pues nada. ¡Bienvenida!. ¡Bienvenida Bárbara!

B.: Ha sido un auténtico placer. Y le digo muchísimas gracias.

M.K.F.: Encantado Bárbara. Un abrazo muy fuerte y que Dios nos diga.

(S.A.U.C.E. CAMBOYA) es una ONG creada por un grupo de amigos y familiares de Kike Figaredo en su responsabilidad en Battambang a favor de los más necesitados. Apoyando los esfuerzos que Kike dirige a atender a los camboyanos después del genocidio sufrido y aterrador, que acabó con la vida de dos millones de personas, y cerca de treinta años de guerras en el país que lo sumieron en la miseria. Y entre los grandiosos méritos de Kike Figaredo, se dedica a ayudar a los mutilados por minas y bombas y a los necesitados en Camboya

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