Carla Guzmán, vasca, 44 años, madre coraje ejemplo de
confianza en Dios, nos cuenta su testimonio.
Cuando se casó le dijeron que no podía tener hijos, pero ella siempre confió y esa Navidad se entera que está embarazada.
Se va con su marido a Lourdes a dar las gracias y cuando vuelve le confirman que son dos: Pedrito y Catalina.
Después tuvieron otro más, Jaime.

“En septiembre de 2020 cuando Pedrito tenía 11 años, un día se encontró mal, yo presentí que algo grave pasaba.
Fuimos de hospital en hospital viendo las caras de los médicos lo pasé fatal.
Le diagnosticaron una enfermedad incurable”.

“Fue una noche angustiosa, pero rezando el Rosario sentí como la Virgen abrazaba a Pedrito y me decía tranquila, que yo voy a cuidar a Pedrito y pensé:
si Dios está con nosotros ¿quién contra nosotros?…
Como Dios quiera, cuando Dios quiera.. 

En vez de pensar ¿por qué a mi hijo?, empiezo a pensar ¿para qué?.
No me ayuda nada angustiarme,
lo pongo en sus manos y digo:
Señor ocúpate Tú de él.
La gente se muere en la plenitud de su vida y si Dios se quiere llevar a Pedrito con 12 años pues Él sabe más, bendito sea Dios.
Hay que aceptar lo que venga con alegría, con paz, con esperanza.

Me abandono en las manos de Dios y me entra una paz…
Sin perder el contacto con la realidad y siendo consciente de la gravedad,
no paramos de rezar a S. Juan Pablo II, Santa Maravillas y al Padre Pío.
Leyendo vidas de santos me encantó lo que decía el Padre Pio,
no hay que pedir que nos quite la cruz sino
pedir que nos ayude a aprender a abrazarla, a aceptarla y vivirla con alegría.

La médico que le trataba nos dijo, “a este niño solo le salva un milagro”. 

Durante la enfermedad, tuve muchas señales de Dios por ejemplo:
No lograban dar con el tipo de cáncer que tenía Pedrito y,
a pesar de moverlo por todo el mundo, fue el laboratorio de
Santiago de Compostela el que dio con el diagnóstico.
Organizamos un rosario todos los dias por zoom, donde se llegaba a conectar gente de varios países del mundo, de Mozambique,
República Dominicana, Estados Unidos…
Yo escribía mensajes por whatsapp que se empezaron a extender por
muchos grupos de oración
¡No os podéis imaginar la cantidad de gente que estaba
rezando por Pedrito y por nosotros….!
Empecé a recibir mensajes de personas que me daban las gracias por que a través de estos mensajes mucha gente había vuelto a la Iglesia,
mensajes de políticos, de famosos… y
¡un médico que nos dijo que se arriesgaba a operar a Pedrito!. 

Me fui a conocerle a La Paz, era como un ángel en la tierra.
El 20 de noviembre le trasladan de hospital.
Nunca había hecho esta operación pero nos pusimos en sus manos
y en las de Dios.

Se organizó una noche de oración en la parroquia de Aravaca,
confiando plenamente en Dios y en los médicos y rezando
para que el Espíritu Santo los inspirase.
Siempre me he sentido súper acompañada por todo tipo de movimientos de la Iglesia y conventos de todo el mundo, protestantes, anglicanos…
Impresionante…
Desde un convento de Japón nos mandaron una Virgen con kimono…
Nos hemos rodeado de gente buena, como dice Marian Rojas Estapé, personas vitamina.
Pero lo que más me ha ayudado es la familia, unos padres maravillosos, unos hermanos imbatibles y unas amigas que están siempre para lo bueno y
para lo malo -se emociona-.
Me da mucha pena cuando la gente se enfada y no perdona.
Si no fuese por ellos…  la familia es un pilar fundamental.
¡Les adoro!

La operación salió bien y nos dejaron salir en Navidad.

Del Hospital tengo miles de anécdotas.
Dios actúa sin que nosotros nos demos cuenta.

Una madre nos preguntó por qué estábamos siempre contentos.
Les decíamos que porque teníamos fe y nos pedían que
rezásemos por sus hijos.
Todos los día venía un sacerdote a vernos y el miércoles de ceniza pedimos permiso para que nos la impusieran.
Apareció la enfermera impresionada por lo maravilloso de nuestra fe, y vinieron no solo varias de ellas sino también enfermos de otras habitaciones.
Hasta hubo quien se unió a nuestro Rosario.

Pedrito dice que siente a Jesús a su lado,
siempre lo ha vivido con una alegría y paz.
En el hospital le llamaban el ángel de la sonrisa.
Siempre alegre y optimista, haciendo rosarios que regalaba y
animando a todo el mundo.
Cuando iban voluntarios le preguntaban a Pedrito qué le gustaría hacer cuando se pusiera bueno,  ir a Disney, algún viaje…
Pero él solo quería llevar una vida como el resto de sus amigos.

“Teníamos un altar en la habitación.
A algunos les chocaba, muchos no eran creyentes. -Recuerda Pedrito-
Un enfermero nos dijo un día, “hombre por fin has puesto a un primo”
y yo le contesté, “¡no, es mi primo ese es el beato Carlo Acutis!”
Pues ese enfermero nos acabó trayendo una estampa de la
Virgen de su pueblo.”

O la historia de Mireia, una niña de 17 años con la que Pedrito hablaba y le enseñó a rezar el Rosario.
Al poco tiempo quiso bautizarse.
El capellán estuvo dándole catequesis.
D. Carlos Osoro celebró su bautismo y confirmación al mismo tiempo.
“Yo no pude ir -nos dice Pedrito- porque estaba bajo de defensas
pero fui su padrino.
Mireia le habló de mí y cual fue mi sorpresa cuando llaman a la puerta
y era el mismo Cardenal Osoro el que vino a visitarme a mi casa!
Por cierto que Mireia, gracias a Dios, está bien”

Pedrito nos cuenta que siempre ha confiado
aunque no sabe cómo confía tanto en Dios,
“yo creía que me iba a ayudar aunque pensaba que
con todas las personas que hay en la tierra no sabía si se iba a fijar en mí,
pero luego ya sí.
No cambiaría nada,
nadie quiere que le hagan daño pero ha sido una experiencia nueva que ha llegado a un montón de gente a la que ha ayudado.
Me apoyaba en mi familia, en Dios y en mis amigos.
Tenía un amigo que me llamaba todos los días,
menos varios que estuve en la UCI y llamaba a mi madre.

Claro que tuve miedo, cuando me operaron, en la UCI,
cuando no sabía qué iba a pasar,
pero siempre tuve presente que Jesús estaba a mi lado y
cuando me ponía nervioso andaba por delante del altar a mirar los santos que teníamos y me daba mucha paz.
Cuando me encontraba mal le decía a mi madre que le dijera a sus cirineas y sus grupos orantes que rezasen”

El siguiente octubre -continúa Carla-
la médico que había tratado a Pedrito nos dijo:
“A día de hoy tu hijo está limpio
así que ¡tú tienes el deber de contarlo para que la gente sepa que
el poder de la oración es real y que
los milagros existen!”

Celebramos una preciosa misa de Acción de Gracias en la parroquia de Aravaca donde vino muchísima gente de todas partes.
¡Fue brutal!
Gente desconocida que había estado rezando por nosotros.
¡Qué grande es la familia de la Iglesia!

Una semana después Pedrito tuvo el inmenso privilegio de recibir la confirmación de D. Carlos Osoro y después nos fuimos a Roma, en donde fuimos unos auténticos afortunados por poder celebrar una misa en la tumba de San Juan Pablo II en el Vaticano:
¡No he llorado más en mi vida!

Todo esto nos ha hecho ver lo que es realmente importante,
que la vida hay que vivirla día a día y disfrutar el presente.
Que cada uno tiene su cruz, pero está en nosotros la actitud con la que llevarla.
Que Dios siempre quiere lo mejor para nosotros y
que hay que abandonarse en Él y confiar plenamente
porque como dice S. Juan Pablo II:
“¡EL AMOR VENCE SIEMPRE!”.

 

 

 

 

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