Hasta hace aproximadamente un año y medio, me encontraba dentro del grupo de mujeres mayores de 50, con hijos y trabajadoras por cuenta ajena. Es decir, administraba mi tiempo como podía para llegar a todo y a todos. Pero por diversas circunstancias tanto personales como profesionales, me encontré con tiempo disponible.

Y ¿qué hago ahora? La verdad es que siempre había tenido en mente el tema del voluntariado como una forma de devolver de alguna manera las cosas buenas que la vida me ha dado y por otra parte como una oportunidad de ayudar a los demás.

Me puse a navegar por internet para ver qué opciones y posibilidades existían que me pudieran interesar y descubrí que existen multitud de ONGs, asociaciones, fundaciones, etc. con una gran variedad de voluntariados en temas diversos (educativos, deportivos, culturales, sociales..) y además tanto presenciales como virtuales.

En mi caso tenía muy claro que cualquier camino que eligiera, supondría un completo compromiso por mi parte, es decir, el tiempo que yo decidiera aportar, tenía que ser sin excusas ni faltas, por lo que pensé empezar sin muchas ambiciones, poco a poco pero dando pasos firmes. Decidí que para empezar, iba a dedicar sólo una mañana a la semana en un voluntariado presencial de ayuda directa a las personas y relacionado con mi carrera de abogado, puesto que en esta área hay mucha necesidad de voluntarios y podía ser de ayuda.

Empecé en los servicios centrales de una ONG colaborando con los trabajadores sociales encargados de los inmigrantes en situación irregular o solicitantes de asilo impartiendo talleres grupales de acogida. Llevo un año pero todo apunta a que estaré mucho más. De hecho como esto es un poco “adictivo” este año he empezado a colaborar con otra ONG en temas relacionados con la asesoría jurídica. Y estoy en puertas de colaborar con otra Fundación que trabaja para reducir la exclusión social y laboral a través del emprendimiento inclusivo igualmente colaborando en temas legales. Estas dos últimas de manera virtual.

¿Qué os puedo contar de ello? Sólo me aporta beneficios: no sólo ayudas a los demás, sino que es un camino de dos sentidos porque beneficia a otros y te beneficia a ti. Es una fuente de motivación, he tomado la decisión de forma voluntaria, porque he querido; conozco gente nueva; me ha enseñado a no cerrarme a mis círculos y a abrir mi mente; me ha servido para conocerme mejor. Ha sido una forma de darme cuenta de mis verdaderos intereses y pasiones, así como de mis virtudes y defectos, haciéndome crear “oportunidades de mejora” y ayudándome en mi visión de la vida. Y por supuesto, hacer algo por los demás me hace sentir muy orgullosa de mí misma.

Por último, el voluntariado también te aporta un montón de valores, habilidades y aptitudes que quizás en otro sitio no puedes adquirir, tales como solidaridad, responsabilidad, trabajo en equipo, respeto, tolerancia, humildad……

No pretendo convencer a nadie, simplemente quería compartir mi experiencia y animaros a que lo hagáis si en algún momento os lo estáis o habéis estado planteando. Dad ese primer paso, hay un montón de organizaciones que estarían encantados de acogeros como voluntarios, un montón de sitios donde podéis prestar vuestra ayuda y ser útiles en función de vuestras preferencias personales.

Termino comentando que a lo largo de este año, he sido plenamente feliz y cuando salgo de allí, salgo con la sensación de que el día ha merecido la pena y para mí eso no tiene precio.

Por Elena Fraile Chiarri.
Coordina María González-Valerio de Alós.

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