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viaje a nueva yorkHay viajes o lugares del mundo que asocias a épocas concretas del año y no sé si por las películas, el clima o las compras, siempre nos había apetecido ir a Nueva York en Navidad.

Después de dar un montón de vueltas a las fechas posibles y hacer todo tipo de combinaciones con las reuniones familiares, trabajos, billetes…, acabamos por adelantar el viaje al puente de diciembre, primer fin de semana después de Acción de Gracias, en el que según los americanos empieza la Navidad en Nueva York.

Esperábamos frío, nieve y una ciudad llena de adornos navideños y nos encontramos con un tiempo estupendo para pasear pero muchas menos luces y adornos de los esperados, excluyendo la zona del Rockefeller Center, con su famoso árbol y la pista de hielo, con gente patinando hasta media noche, que estaba impresionante.

Nuestro hotel se encontraba en un sitio perfecto, en la calle 55 con la Sexta, muy cerca de Central Park, y la mayoría de los clientes eran familias americanas que viajan a Nueva York para ver alguno de los espectáculos navideños y comprar los regalos del día de Navidad.

Tras reservar nuestras entradas para el Radio City Christmas Spectacular, que nos habían recomendado unos amigos y que coincidía con el 85 aniversario de las rockettes, un grupo enorme de bailarinas de precisión, todas iguales, con una exactitud de movimientos que llega a la perfección, en un maravilloso teatro de los años 20, y con un espectáculo de Navidad en el que tan pronto aparecen dromedarios como un autobús londinense circulando sin problemas en el escenario, nos fuimos a dar una paseo entre los rascacielos de Manhattan, que cuanto más los miras, más te impresionan.

Hay que reconocer que la planificación y estructura de los rascacielos neoyorkinos, permanentemente retranqueados en sus diferentes alturas con objeto de facilitar tanto la luz a las edificaciones como evitar la sensación de agobio, da como resultado una ciudad con una sensación de amplitud muy superior, muchas veces, al tamaño de sus calles, que ni remotamente tienen un ancho similar a las grandes avenidas europeas. Es increíble que cualquier calle de Manhattan, a pesar del tamaño de sus edificios, tenga mucha más luz y claridad que gran parte de las calles españolas con casas de mucha menor altura.

Así mismo, llama la atención la escasez de árboles en las calles, el olor de los puestos ambulantes a comida preparada, la aglomeración para cruzar un semáforo en cada esquina o los imponentes árboles de Navidad montados en cada portal de la 5ª ó 6ª Avda., en las proximidades de Central Park, mientras gran parte de la población en otras zonas vive por debajo del umbral de la pobreza. En el Nueva York que vimos el pasado diciembre o eres tremendamente rico o increíblemente pobre.

Ahora bien, si hay algo que nos encantó y que merece un recorrido con tiempo y detenimiento es el Metropolitan Museum. Tras un fantástico paseo por Central Park llegamos a uno de los mejores museos del mundo. El precio de la entrada es lo que tú quieras dar, pero antes de emitirte los tickets te hacen la cuenta de lo que en su opinión deberías abonar. En resumen, el pago es voluntario pero lo hacen de tal manera que acabas pagando casi más que en cualquier otro museo. Después te recomiendan que subas a la primera planta y te unas a uno de los grupos de guías gratuitos que te enseñaran, de forma comparativa distintas obras del museo que nada tienen que ver en épocas, estilos…, pero que son sumamente curiosas e instructivas.

Nosotros hicimos el recorrido con una guía francesa que nos enseñó desde la impresionante reja de la catedral de Valladolid, que el magnate americano William Randolph Hearst compró para su rancho de San Simeón en California y que luego donó al museo ante las dificultades de su instalación, hasta numerosas obras de Velázquez, Goya, El Greco, impresionistas franceses… algo increíble. Al día siguiente recorrimos el Moma, igualmente imprescindible, en el que mis hijos no paraban de sorprenderse al encontrar cuadros tan conocidos como El Grito o Las Señoritas de Avignon.

Además de nuestro recorrido por los museos visitamos el Empire State, el edificio Chrysler, el Flatiron building, donde admiramos tanto la espectacular altura y exterior de los edificios como el interior, con esos suelos de colores metalizados, las puertas de los ascensores, las paredes y zócalos de los años 20.

Fuimos a la catedral de S. Patricio, cuya fachada se encuentra en obras, recorrimos el vestíbulo de la estación de trenes Grand Central Terminal, impresionante, tuvimos unas vistas fantásticas de la estatua de la Libertad desde el ferry que te lleva a Staten Island, paseamos durante el día por el Soho y por la noche por Times Square, aunque parece que también es de día, dada la claridad tan tremenda que desprenden todos los anuncios proyectados en los edificios. Cruzamos andando el puente de Brooklyn, lo que a pesar del frío y la lluvia es altamente recomendable, en fin, un viaje fantástico en el que hubiéramos necesitado muchos más días.

nueva york puente de brooklin

Las compras recomendadas por tantos amigos quedaron limitadas a la tienda de maquinas de fotos, sonido… B&H, una tienda de judíos donde lo que vas eligiendo se desplaza por el techo hacia la caja, una vuelta por los almacenes Macy’s, donde no se os olvide pedir la tarjeta para extranjeros del 11% de descuento, la tienda M&M’s, en Times Square, donde puedes encontrar y probar todos los tipos imaginables de las famosas grageas de chocolate, o la tienda de juguetes Fao Schwarz, donde puedes bailar encima del teclado del famoso piano de la película Big.

En resumen, nos han quedado un montón de cosas por hacer, por lo que siempre habrá una buena disculpa para volver a Nueva York.

RECOMENDACIONES

Donde dormir:
-The Pierre. www.tajhotels.com.
-Hotel Blakely. www.blakelynewyork.com

Restaurantes:
-Pastis (Little West) 12th Street/Ninth Avenue. (sale en Sexo en Nueva York).
-Petit Poulet. 52 West 33rd Street (al lado de Macy’s y Victoria Secret)
-P. J. Clarke’s. 915 Third Avenue/55 Street. Local de hamburguesas donde los Kennedy y Frank Sinatra eran habituales.
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