¿Continúan las restricciones a los viajes?
Esta primavera os traigo libros en los que la localización de la historia es casi un personaje más, de manera que al leerlos es como si literalmente viajaseis.
Se pueden encontrar en
https://www.todostuslibros.com/
Una plataforma donde se han unido una serie de librerías españolas de toda la vida  para poder sobrevivir fente a la enorme competencia que suponen los
gigantes tecnológicos
Los mandan en 24/48 horas.

 

Al sur de Granada, Gerald Brenan

Al Sur de Granada me enganchó en cada palabra desde el inicio. Por ello, te invito a viajar a La Apujarra con esta monografía del célebre hispanista, un escritor fascinante que harto de la rigidez anglosajona llegó al pueblecito alpujarreño de Yegen en 1920. Allí fue anotando todo cuanto veía, oía y vivía. El resultado es esta obra maestra, ejemplo de fusión de géneros: libro de viajes, historia y autobiografía, que no pude dejar de leer hasta que acabé con la última hoja.

Este trotamundos inglés, entonces un joven de venticinco años, llegó a España porque pensó que allí la vida le resultaría barata. Su plan era alquilar una casa con los ahorros de su paga de oficial, tras haber combatido como soldado en la Primera Guerra Mundial. Buscaba un lugar donde poder leer, pensar, y también romper con el asfixiante mundo victoriano.

Y lo encontró en Yegen, una aldea pobre de arquitectura bereber, donde se arrendó una casa por 120 pesetas al año. Le pareció un lugar encantador: enclavado en La Alpujarra oriental, que se inclina hacia Almería más que hacia Granada y rodeado de olivares y castaños. Los días de aburrimiento pasados en campamentos y trincheras le habían llenado de ansias de saber y bajo los naranjos de aquella casa en Yegen leyó los libros que se había traído en la maleta. Vivió allí durante seis o siete años, entre 1920 y 1934, y fruto de sus propias observaciones y reflexiones, llegó a conocer muy bien el sentimiento de comunidad primitiva:“pertenecían a una comunidad cerrada que aseguraba a cualquiera de sus miembros la posesión de su pequeño hueco”. 

Brenan tiene una prosa muy fluida, con puntos graciosos como cuando explica que el símbolo de poder de las hechiceras era un mortero con su mano que pasaba de madre a hija en el que preparaban pócimas de amor.También ofrece descripciones costumbristas, algunas muy agudas e interesantes. De los cabreros dice que tenían un carácter tímido e huidizo y eran soprendentemente guapos, si bien tenían la desgracia de que sus esposas con frecuencia les eran infieles, ya que ellos pasaban la mayor parte del tiempo apacentando a su rebaño de cabras fuera de la aldea.

Además, tiene una facilidad para colarte unos datos históricos, sin que te des cuenta y sin aburrirte, por ejemplo describe los dos tipos de caciques que había entonces: el consevador que mantenía la posición de la iglesia y el liberal que solía ser anticlerical. Estos jefes locales, generalmente los terratenientes de cada distrito, usaban su influencia para persuadir a los campesinos de que votasen a su partido. 

Como un clásico que es, Al sur de Granada cautiva y además hace pensar. Y si os quedáis con ganas de seguir viajando, en vez de con palabras con imágenes, os animo a ver la película del mismo título, dirigida por Fernando Colomo.

 

Estar en enfermo. Notas desde las habitaciones de los enfermos, Virginia Woolf

Os traigo un libro para viajar precisamente al lugar del cual el hispanista Gerald Brenan quería escapar: Inglaterra. Bajo el título Estar en enfermo. Notas desde las habitaciones de los enfermos, la editorial Alba publica juntos dos ensayos breves, otorgándole así voz a dos mujeres: la feminista pionera que fue Virginia Woof y su madre Julia Stephen, enfermera no profesional.

Ambos son ensayos modernos sobre la cuestión de la enfermedad que para Virginia no ocupaba el lugar que le correspondía; no era uno de los principales temas de la literatura, como el amor, las batallas o los celos.

Una de las cosas que más me han gustado de este libro es el prefacio de la madre de Virginia Woolf a sus notas sobre enfermería como ella misma las llama. Julia Stephen, que nació en Calcuta en 1846 y era hija de un médico, se tomó el trabajo de apuntar lo que pudo observar en persona, tanto lo que alivia al enfermo como lo que le desagrada. Bajo apartados con títulos tan originales como migas, impermeable, lavado, pañuelo, pelo o aire, entre otros, reparte consejos prácticos. “El tormento de las migas debe erradicarse de la cama del enfermo como si fuera el escarabajo en un campo de patatas…después de cada comida la enfermera tiene que meter la mano debajo de las sábanas para ver si hay migas”, nos dice. 

Este compendio de su experiencia como cuidadora y enfermera se publicó en 1893. Una curiosidad que aparece en la nota biográfica incluida en el volumen, señala que Julia escribió asimismo cuentos infantiles, que fueron publicados póstumamente. 

Por otro lado, Virginia Stephen (Woolf de casada) no solo fue una escritora excepcional, sino que se atrevió a escribir sobre la condición femenina y las cuestiones del cuerpo y la enfermedad, en una sociedad que imponía restricciones a quienes no se ajustaban a la moral y éticas imperantes. Su pequeño ensayo Estar enfermo de 1926 “documenta el drama diario del cuerpo que tanto se echaba de menos en la literatura”. Nos recuerda que una persona no puede separarse de su cuerpo como si fuese la funda de un cuchillo o la vaina de un guisante y que éste “actúa todo el día y toda la noche; se embota o se espabila; se ruboriza o palidece”. Quiero destacar la traducción del inglés realizada por la escritora María Tena, de una calidad excepcional.

Por último, quiero contaros que me encantaron las frases de Virginia sobre la época victoriana a la que describe como “una red que abarcaba todo tipo de primos, empleados y antiguos criados…una vida de las familias, de los grupos… de las tías… y las abuelas… que se hacen muy viejas y siguen muy erguidas y se sientan en sillas con fundas mientras cortan flores… ”. Sin duda, es una de las mejores escritoras de todos los tiempo. Estoy convencida de que este libro seguirá atrayendo mi atención durante mucho tiempo.

La maniobra de la tortuga, Benito Olmo

Una muerte marca el comienzo de esta novela que se desarrolla en la provincia de Cádiz. El cadáver de una joven que aparece en un contenedor de basura será el inicio de una serie de pesquisas que llevarán a la resolución del caso. Bianchetti, un policía con antecedentes, harto de la torpeza de la policía oficial irá dando los pasos que él considera necesarios para resolver el asesinato, a la vez que desgrana la relación que mantiene con su exmujer y con su hija. 

No lo voy a ocultar: al principio, cuando te pones a leer esta novela, piensas que ya le vale al autor con el protagonista policía de pasado turbio y carácter indómito, a quien su superior llega a amenzar con abrirle un expediente. Luego reflexionas un poco y te das cuenta de que de lo que realmente se trata es de abordar la sensación de desamparo y soledad en la que se ven inmersas las víctimas de la violencia de género y reconoces que el trabajo es estupendo.

La maniobra de la tortuga es también entretenida debido al humor negro de Olmo: periodistas, compañeros de trabajo, maleantes y poderosos empresarios vinculados al puerto de Cádiz desfilan por sus páginas; un libro que también nos habla de las diferencias sociales en esa región esquinada de la península donde los responsables de dichos abusos no deberían quedar impunes.

No obstante, hacia el final se advierten signos de precipitación y, en conjunto, el último capítulo es inferior a los precedentes. Aún así, Bianchetti me mantuvo en continua zozobra y su creador, el escritor Benito Olmo, me hizo pasar un rato agradable en su Cádiz natal. Terminé la novela con un cosquilleo en el estómago mientras un olor a tortillita de camarones penetraba por las aletas de mi nariz.

Por Yolanda Prieto.
Periodista, escritora y gestora cultural, 
autora del libro de relatos Ahora sí
sobre la familia y los choques interculturales.

Yolanda Prieto Pardo, Autorin

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