El desprecio de Alberto Moravia

¿A quién no le apetece en las largas y oscuras tardes de invierno conocer a Emilia, ex-mecanógrafa, y a Molteni, crítico de cine, y viajar con ellos a la villa que Battista, productor de cine, tiene en la isla de Capri? Después de dos años de matrimonio en los que Molteni, un crítico de cine con dificultades para llegar a fin de mes, hasta tenía a veces la impresión de que se aburría con Emilia, su vida da un vuelco en el momento en que Battista le ofrece un contrato para participar como guionista en una de sus películas.

El desprecio, narrada en primer persona y publicada en 1954, plantea además de la historia íntima de esta pareja, otra temática: la del apasionante mundo del cine. Moravia liga ambas historias. Mientras el protagonista trabaja en un guión sobre “La Odisea” él mismo revive la historia de Ulises y Penélope. Battista quiere reinterpretar “La Odisea” y hacer una película comercial, que le de dinero, pero el director que ha escogido, una antigua figura del cine alemán anterior al nazismo, desea llevar a cabo una película psicológica.

A partir del momento en que Molteni renuncia a sus ambiciones teatrales y se dedica al cine sólo para satisfacer las aspiraciones de su mujer de poseer una casa, percibe un cambio en la actitud de Emilia hace él y empiezan los presentimientos. ¿Por qué Emilia no le ama ya? Toda la novela está construida sobre la base del esfuerzo que hace Molteni para explicarse a sí mismo qué ha ocurrido mientras repasa hechos insignificantes, que cuando sucedieron pasaron inadvertidos. Y es que como nos dice Moravia: “la felicidad es tanto mayor cuanto menos se advierte”.

No defrauda el final de la novela. El cierre es inesperado y Emilia con su vestido de noche negro de seda sin mangas y la esclavina de piel en el brazo a punto de subirse al descapotable rojo de dos plazas de Battista, silenciosa y esquiva, a causa de su timidez, permanecerá en nuestra memoria durante mucho tiempo. Moravia es insuperable a la hora de diseccionar los sentimientos y las reacciones humanas, de analizar en qué se basa el amor en el matrimonio.

Y si les asalta la misma pregunta de todos los años: ¿adónde nos vamos en vacacionesde verano? les recomendamos ver la película El desprecio (Le Mepris) dirigida por Jean-Luc Godardcon Brigitte Bardoty Michel Piccoli y basada en la novela de Moravia. No se pierdan las escenas ambientadas en la Villa Malaparte, será difícil resistir el impulso de reservar una visita guiada a la casa del escritor Curzio Malaparte.

Cara de pan de Sara Mesa

Todo comienza al final del verano, en un parque. Ella es Casi, una adolescente, de “casi” catorce años, él, el Viejo, tiene muchos más. Ella tiene dificultades para relacionarse, huye de las imposiciones de la escuela: llega a su escondite a eso de las ocho y media de la mañana, a las once se come el bocadillo, a la una se adormila un poco y a las dos y media se marcha a casa. A él le gusta contemplar los pájaros y escuchar a Nina Simone, no trabaja y arrastra un pasado problemático. Son dos seres desarraigados cuyos destinos se entrecruzan en un parque.

En un primer encuentro casual, Mesa nos presenta a la niña apoyada en el tronco de un árbol, leyendo una revista, oculta tras los setos. Para Casi “el viejo” habla como un niño, con el ensimismamiento y el entusiasmo de un niño y la niña lo mira con curiosidad mientras él habla de abubillas, cotorritas de Kramer y tórtulas turcas. A la niña el viejo le hace gracia, pero no lo suficiente como para bajar la guardia. Podría ser uno de esos hombres peligrosos que se ha encontrado a veces. Piensa en cambiar de escondite pero no lo hace.

Un gran acierto de Mesa es la rapidez con la que el lector empatiza con las preguntas que la protagonista se plantea: ¿qué busca él en ella? ¿está aspirando a ganarse su confianza para después cazarla por sorpresa? Los días y las semanas transcurren: conversan y callan entre los setos, mientras el peligro a ser descubiertos por los padres, por los funcionarios de educación, por otros paseantes va en aumento. “Casi“ sabe que algo ocurrirá…

Mediante una prosa contenida, la autora sevillana nos presenta escenas que desasosiegan explorando el tabú de una relación entre dos personas en la que todo es sospechoso y a veces hasta inadmisible.

Sara Mesa es una de las escritoras españolas actuales con mayor proyección internacional. “Cara de pan” se va a publicar en Alemania en el mes de marzo en la editorial Wagenbach.

El duelo de Eduardo Halfon

Doña Ermelinda, a quienes las personas de su pueblo le dicen “sobadora”, porque para curarles de enfermedades les soba con aceites y mixturas y ungüentos que ella misma prepara, es uno de los personajes de esta breve novela. A ella acude el protagonista con el deseo de desvelar qué pasó en realidad con Salomón, el hermano mayor de su padre que murió con cinco años ahogado en el lago de Amatitlán. Nadie en su familia hablaba de Salomón, nadie pronunciaba su nombre.

Con un Saab color zafiro prestado por un amigo, Halfon emprende un viaje en busca de las huellas del fantasma de Salomón. Paisajes evocadores como los baños termales, la plantación de café y cardamomo han sido sustuidos por un lago ahora a punto de morir, contaminado y podrido maltratado durante décadas, donde huele a azufre.

La trama principal gira en torno a este viaje al lago en busca del chalet de sus abuelos alternando con escenas en las presenta a su familia. De su abuelo libanés, Halfon nos cuenta que salió de Beirut en 1919, con dieciséis años, que en Nueva York un oficial de emigración decidió cortar a la mitad su apellido. Su abuelo trabajó en una fábrica de bicicletas en Brooklyn, por Haití, Perú, México y en Guatemala abrió un almacén de telas importadas llamado “El Paje”. Por si este pasado tan marcado por la diáspora fuese poco, en los años sesenta estuvo secuestrado por guerrilleros.

Sin duda uno de los alicientes de El duelo es que Halfon reflexiona sobre cómo la migración, el viaje y la adaptación marcaron su vida. En el verano del 81, a punto de cumplir diez años, va a vivir a los Estados Unidos. Los adultos le dicen que se trata de una mudanza temporal, hasta que mejore la situación política del país. Momentos de combate entre el ejército y unos guerrilleros delante de su colegio, mantiene a todos los alumnos encerrados en un gimnasio un día entero, la embajada española es incendiada por las fuerzas del gobierno y mueren treinta y siete funcionarios y campesinos que estaban dentro. Mediante estas pinceladas, Halfon describe la presencia de la violencia en su infancia, trae a la conciencia las mentiras con las que los adultos le engañaban: los cuerpos de dos guerrilleros asesinados que amanecieron flotando cerca del muelle eran dos muchachos buceando, los fuertes disparos y bombazos en la montaña eran sólo las erupciones del cráter del Pacaya…

También hay lugar en esta novela para las vivencias de Halfon de adolescente en un suburbio en el sur de Florida donde su padre pondrá en marcha una fábrica que hace biquinis y trajes de baño de señora. Siempre punteadas por el recuerdo de una foto con algo escrito detrás: Salomón, Nueva York, 1940. Es la foto en blanco y negro de un niño en la nieve.

Cuando al fin el protagonista regresa al lago de Amatitlán para enfrentarse cara a cara con su temor infantil materializado en el fantasma del niño Salomón, al que cree aún nadando por el lago, se someterá al tratamiento de Doña Ermelinda “que usa hierbas y raíces pero a veces usa otras cosas”, según nos explica Halfon. Al beber el brevaje que la curandera le ofrece, comienza a recordar sus sueños, porque en palabras de la curandera: en sus sueños lo entenderá todo, también la verdad sobre el niño Salomón y su deseo de ser padre.

Por Yolanda Prieto.
Periodista, escritora y gestora cultural, 
autora del libro de relatos Ahora sí
sobre la familia y los choques interculturales.

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