«¿Vas a pedir la nulidad?». «¿Yo? ¡No! ¿Cómo voy a pedir la nulidad, si soy creyente? Eso es como un divorcio de la Iglesia. Además, creo que es carísimo, ¿no ves que solo se lo dan a los famosos?». «Tengo unos amigos que consiguieron la nulidad, pero creo que se miente mucho para que te la den, porque si no ¿cómo se explica, si llevaban muchos años casados y tenían varios hijos?».

«¿Te has planteado pedir la nulidad?». «¿Para qué, si no me quiero volver a casar?».

Con estas preguntas empieza el libro La nulidad matrimonial. Mitos y realidades que ha publicado María Alvarez de las Asturias en la editorial Digital Reasons. Son algunas de las muchas cuestiones que se plantean las personas que están pensando en un proceso canónico de declaración de nulidad de matrimonio y a las que he procurado dar
respuesta.

La primera parte del libro está dedicada al matrimonio, que es una realidad antropológica anterior a cualquier norma o sistema jurídico: una unión de varón y mujer en amor fiel, fecundo, indisoluble.

Entonces ¿por qué la Iglesia tiene normas sobre el matrimonio? Porque esa unión tiene consecuencias importantes para los contrayentes, para la nueva familia que se funda a partir del “sí, quiero”- de estabilidad afectiva y psicológica, de generación y cuidado de las personas (especialmente las más débiles), educación y formación-consecuencias económicas, sociales. Y, en el caso de un matrimonio “por la Iglesia”-que entre dos bautizados es un sacramento-, consecuencias teológicas. 

Por la importancia del matrimonio, la Iglesia establece unos requisitos para reconocer y diferenciar el matrimonio de otras formas de unión. Y así, para que surja un matrimonio válido, la Iglesia pide 3 requisitos que deben darse simultáneamente:

Dos personas sin impedimentos: un varón y una mujer que no tienen una prohibición para contraer matrimonio (=impedimento). Por ejemplo, no puede contraer matrimonio una persona ya casada en un matrimonio válido; o un menor de edad; o entre determinados grados cercanos de parentesco.

Que prestan, ambos, un consentimiento válido: un acto de la voluntad, consciente y libre, dirigido a hacer surgir el matrimonio. El consentimiento es un acto de libertad que va dirigido a crear un tipo de unión concreta -el matrimonio- con una persona determinada en una entrega mutua irrevocable.  

Este acto de la voluntad tiene que ser libre, consciente, desde un mínimo de madurez psicológica que permite saber a los contrayentes qué es el matrimonio, valorarlo, elegirlo y tener la capacidad –también mínima- de vivir conyugalmente. Por ejemplo, no sería válido un consentimiento obtenido con amenazas, miedo, violencia; o si la capacidad de la persona se ve seriamente afectada por un problema psíquico que le impide saber lo que está haciendo y sus consecuencias. Además, esa voluntad libre y consciente debe ir dirigida a hacer nacer un matrimonio, no otro tipo de unión. Es decir, una unión de varón y mujer en el amor, fiel, fecunda, indisoluble; y, entre bautizados, sacramento. Si la voluntad de al menos uno de los contrayentes está viciada (afectada en su libertad, conocimiento o no quiere hacer surgir un matrimonio sino otro tipo de unión: por ejemplo, una unión temporal no para siempre), ese consentimiento no será válido y no surgirá el matrimonio.

Con unos determinados requisitos formales: la Iglesia pide que el consentimiento se preste de forma pública –ante un sacerdote y dos testigos, generalmente- para que no haya dudas de si el matrimonio se ha celebrado o no.

Estos son los requisitos mínimos para que nazca el matrimonio pero no aseguran un matrimonio feliz y vivido en plenitud. Sobre este mínimo, que es el esqueleto, se construye la relación matrimonial que se va desarrollando a lo largo de la vida.

Si falta alguno de estos requisitos, el matrimonio no será válido.
Y esa es la diferencia entre matrimonio nulo (falta algún requisito y, por eso, no llega a nacer válidamente a pesar de las apariencias de haberse celebrado),
separación (cese de la convivencia sin romper el vínculo matrimonial válido) y
divorcio (ruptura de un matrimonio que nació válidamente y al que se pretende poner fin). 

Pero como lo que consta públicamente es que ambos contrayentes dijeron “sí, quiero contraer matrimonio; sí, vengo libremente”, en principio un matrimonio celebrado normalmente se considera válido. Y para declararlo nulo debe probarse en un proceso (no sólo en la Iglesia, también en las legislaciones civiles).

En el resto del libro se responden los mitos más frecuentes (es caro, es muy largo, es muy difícil acudir al tribunal, se miente sistemáticamente…) y así, se explican los costes y plazos; qué personas intervienen en estos procesos: jueces, abogados, defensores del vínculo, peritos… , cuál es la función de cada uno, cómo realizan su trabajo, dificultades que se pueden encontrar;  y cada uno de los pasos procesales detalladamente: desde el estudio previo a presentar una demanda hasta la sentencia. Asimismo se explican las diferencias entre los dos procesos – ordinario y más breve- existentes.

Por otro lado, se insiste en aclarar que la nulidad no puede nunca considerarse como una “solución mágica” para una ruptura matrimonial; se explica que no todo matrimonio roto es un matrimonio nulo y la necesidad de ser prudentes en el asesoramiento sobre la conveniencia de acudir a un proceso y el momento oportuno para hacerlo, según las circunstancias de cada persona.

Y además de un repaso general por los mitos y realidades de la nulidad matrimonial, este libro deja entrever una verdad que muchas veces pasa desapercibida: el proceso no busca dar la razón a una u otra parte, está concebido por y para la búsqueda de la verdad, y para que las personas sepan en qué situación está su matrimonio ante los ojos de Dios. Y plantea la necesidad de un acompañamiento a lo largo de todo el proceso: porque además del asesoramiento técnico jurídico es conveniente un acompañamiento personal. 

María Alvarez de las Asturias es coautora de “Una decisión original. Guía para casare por la Iglesia” (Ed. Palabra) y autora de “La nulidad matrimonial. Mitos y realidades” (Digital Reasons). En los próximos meses va a publicar un libro sobre primeros años de matrimonio.

Licenciada en Derecho y en Derecho Canónico, ha desarrollado su actividad profesional como Defensora del Vínculo en el Tribunal Eclesiástico Metropolitano de Madrid durante 17años y actualmente continúa dedicándose a la formación sobre noviazgo y matrimonio, acompañamiento en procesos de nulidad de matrimonio y prevención y resolución de dificultades en las relaciones familiares desde el Instituto de orientación personal y familiar Coincidir (www.coincidir.es)    

 

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