Muchas veces hemos reflexionado en estas páginas de LUNAySOL, sobre el papel de los algoritmos en nuestro nuevo mundo virtual que es Internet: “Los algoritmos no son neutrales”, hemos afirmado una y otra vez…”los algoritmos los desarrollan personas, con sus propios sesgos personales, familiares, ideológicos, raciales, nacionales… a los que, sin duda, también influyen y quizás más acusadamente, los propios intereses de las empresas para quienes trabajan. Intereses, no lo olvidemos, que son siempre de negocio, y no en menos ocasiones, de Poder”.

Desde el primer momento que cualquier cándido usuario se crea un perfil en Google, o en cualquier otro gigante digital, ya se encuentra atrapado, y todos sus datos, navegación, intereses, compras, medios de comunicación que visita, comunicaciones (privadas) que realiza, tarjetas de crédito (que dispone), entidad bancaria, nómina (si le llega por correo electrónico)… en definitiva, todo su ser y su poseer, es recolectado por el Gran Buscador, y usado por el mismo (eso sí, de manera anónima -bonito eufemismo-) para introducirle dentro de sus algoritmos, y, a través de los mismos, mostrarle la información, ordenada de tal manera, que refleje no sus intereses, sino la versión que a Google le interesa de sus intereses. Perdón por el juego de palabras. Quizás sea la manipulación más maquiavélica de toda la Historia de la humanidad. Nos han convertido en la llave para manipularnos, y mediante la influencia constante en resultados de búsqueda, redes sociales, servicios de streaming (tipo Netflix) todos ellos cortados completamente a nuestra medida, con lo que acabamos por ser un fiel producto de la versión que Google quiere que seamos, hasta el punto de que nuestra propia autocensura se vuelve en norma de vida, porque ya se encargan todos esos Gigantes digitales, de mostrarnos, siempre según nuestros intereses, lo que les pasa, a los que osan ser libres y discrepar de las ideologías totalizadoras que preconizan.

Pues bien, como los algoritmos lo han penetrado todo. Y todos (o casi todos) los cándidos usuarios, ignorando completamente lo que hacían y hacen, los usan sin ningún tipo de preparación ni precaución, ahora han llegado también a la Empresa. El sensacionalismo informativo que nos invade, ya se ha encargado de difundir cómo allende los mares, cientos de personas son despedidas por un ordenador y con un simple correo electrónico. ¿Quién diseñó esos algoritmos? ¿Por qué lo hizo? ¿Por qué le dio más peso a un tipo de tarea que a otro? ¿Tuvo en cuenta los intereses de la Empresa, o quizás también los de su amigo que trabaja en siniestros frente a los pesados de pólizas? ¡Qué mala suerte, tú nunca
conociste al programador que diseñó el algoritmo, tu compromiso con el trabajo y la empresa eran totales, pero estabas en pólizas y no en siniestros, por lo que el Algoritmo la ha tomado contigo y ahora te encuentras trabajando en tu casa (tele-trabajando), casi sin relaciones personales, y ante un correo electrónico redactado por una máquina ¡despidiéndote!

 ¿Se acaba aquí tu maravilloso mundo digital? ¡Pues no! Porque ahora, tu próximo
seleccionador también será un algoritmo, diseñado por alguien cuyos sesgos pueden entrar en conflicto con tu perfil, y simplemente porque estudiaste en una universidad considerada conservadora, elegiste un tipo de voluntariado no todo lo inclusivo que deberías, o porque, simplemente, al crear tu perfil, no incluiste la densidad suficiente de ciertas palabras clave totalmente políticamente correctas, que el empleador, considera fundamentales para tu puesto no de directora general, ni tan siquiera de directora de departamento, sino simplemente de administrativa de pequeños proveedores del departamento de contabilidad, el algoritmo te descarta sin piedad.

Se hace necesario crear una nueva asignatura en los
colegios que se titule Ciencias Algorítmicas, como aquellas Ciencias Naturales que estudiábamos los de nuestra gene-ración, e impartir e instruir a los nuevos ciudadanos en cómo adaptar sus perfiles para encajar y ser contratado y no despedido, simplemente, porque el primo del programador que diseñó el algoritmo no era partidario de que más del 25% de las llamadas de teléfono que realizas duren más de 250 segundos, o mejor aún, que enseñen a los niños a pensar como las máquinas, en lugar de a las máquinas a pensar como los niños.

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