Hoy 15 de Mayo se cumplen 25 años desde que la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó esa fecha como el Día Internacional de la Familia, reconociendo la enorme importancia que la comunidad internacional le otorga a la familia. Hoy en día, 25 años después, la familia sigue siendo un pilar fundamental en nuestra sociedad .

La psicoterapeuta Paloma Hornos descubre 4 pautas para fomentar la comunicación en la familia y conectar con los hijos de corazón a corazón.

Si bien el modelo de familia se ha transformado radicalmente a lo largo de estos 25 años desde que la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó el 15 de Mayo como el Día Internacional de la Familia, el concepto de familia, su misión, el papel que tiene en la educación de las nuevas generaciones, permanece intacto.

La psicoterapeuta experta en herramientas para gestionar las emociones Paloma Hornos, autora de “Inteligencia Emocional para Padres: una guia práctica para enseñar a tus hijos a ser felices” invita a la reflexión sobre cuál es el modelo de comportamiento que se está trasladando a los pequeños: “Nuestros hijos se miran en nosotros, sus padres, para convertirse en adultos y, nos guste o no, copian todas nuestras actitudes, nuestras expresiones, hacen suyas nuestras opiniones, y lo que es más importante: copian nuestra forma de afrontar la vida. “.

Vivimos inmersos en las prisas, pretendiendo, si no exigiendo, que los hijos se centren, rindan, absorban mientras los adultos les llenamos de estímulos que muchas veces les saturan. Atrás quedó el compartir momentos íntimos, el tiempo de calidad, la escucha activa para dar paso al “lo quiero todo y lo quiero ya”.

Son los adultos quienes viven desconectados, ellos simplemente imitan, y la clave para que “la familia”, en su amplio sentido, perviva por al menos 25 años más pasa por recuperar la conexión entre sus miembros.

Paloma Hornos aporta 4 claves para cultivar y fomentar la conexión de corazón a corazón con los hijos:

1.- Aprende a escuchar
¿Te has parado a pensar en todo lo que te estás perdiendo de tu hijo por no escucharlo como necesita que lo hagas? Si les escucháramos con detenimiento y atención descubriríamos ese universo fascinante que llevan dentro; veríamos lo que en realidad hay dentro de ellos, que sin duda es distinto a lo que albergamos nosotros. Un clima de escucha en el hogar fomenta su sensación de nido seguro al que siempre podrá volver, ocurra lo que les ocurra.

2.- Comienza a sentir con él
Si eres capaz de identificar las emociones que está sintiendo tu hijo te resultará muy sencillo conocer sus necesidades y podrás actuar en consecuencia, mejorando vuestra relación de forma increíble. Si,además de ser empático , enseñas a tu hijo a serlo , le resultará mucho más sencillo relacionarse con quienes le rodean, será capaz de mostrarles su amor, de inspirar cercanía, simpatía, confianza y, cómo no, tranquilizarles o consolarles.

Generar un clima de empatía entre nosotros y nuestros hijos nos permitirá escuchar su opinión o sus ideas sin juzgarlas pese a que pudiéramos estar en completo desacuerdo con ellas. Ser empático no significa estar de acuerdo con el otro, ni tampoco dejar de lado las propias convicciones y hacer nuestras las ajenas. Cada uno mantiene su postura encontrando un punto medio de comunión desde la tolerancia y el respeto

3.- Vacía tu cabeza para estar presente
¡Cuanto nos cambiaría la vida si dejáramos de preocuparnos para empezar a ocuparnos! Preocuparnos por algo que está lejos de nuestro control provoca que entremos en un bucle y nos predispone a un estado de ánimo negativo que puede llegar incluso a paralizarnos. Podrás imaginar cómo esto afectará a nuestra relación con nuestros hijos. Nuestra calidad de vida, la calidad de nuestra relación con ellos, depende totalmente de la calidad de nuestros pensamientos.

4.- Comunícate con ellos en el idioma de las emociones
Nuestros hijos se miran en nosotros para convertirse en adultos y, nos guste o no, copian nuestra forma de afrontar la vida. Utilizar con ellos la ironía, castigarles, mostrar sobre-protección, invalidar sus decisiones o ideas, gritarles, insultarles o mofarnos son actitudes que quizá mantenemos con ellos, sin pararnos a pensar que son precisamente esas actitudes las que nos duele a nosotros, como adultos, recibir de otros.

Sin darnos cuenta, recurrimos a esas «herramientas» con la mejor de las intenciones: la de educarles, pero la realidad es que estaremos generando en ellos una serie de creencias, de visión distorsionada sobre ellos mismos, que les limitará enormemente.

Solemos cuestionarnos si, como padres, lo estaremos haciendo bien; perseguimos fórmulas mágicas que nos lleven a convertirnos en la madre o el padre perfecto, cuando lo verdaderamente útil para nosotros, y sano para nuestros hijos, sería dar a nuestros pensamientos un toque de humildad y preguntarnos:

¿Soy hoy el adulto que desearía que mi hijo fuera el día de mañana?

 

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