En 1992, Issey Miyake creó una sorpresa.
En un mercado dominado por la opulencia y el lujo ostentoso,
el diseñador imaginó la fragancia de la pureza:
el aroma del agua en la piel de la mujer.
Issey creó L’Eau
Un nombre tan simple como inusual.
El agua es un elemento esencial para Issey Miyake,
por lo que eligió llamar a su fragancia L’Eau d’Issey.
Una palabra vital, cuyo significado es simbólico y que desborda energía.
Una palabra universal, llena de imaginación.
De ella fluyen la felicidad, la inocencia, la pureza, la frescura y la vitalidad.
L’Eau d’Issey: un nombre evocador.
Manantial o río, lago u océano, lluvia o rocío, agua del cielo o de la tierra.
Agua, con sus olas incesantes de emoción y sensaciones a través de las cuales cada uno encuentra su ritmo y armonía.
L’Eau d’Issey: un nombre eterno y atemporal.
Completamente libre de influencias y de la moda.
Un nombre paralelo a la pureza, creado para perdurar.
El tiempo no puede privarlo de su fuerza.
L’Eau d’Issey: una fuente de sensualidad y vitalidad.
Una fragancia altamente concentrada, una presencia fresca y cálida
a la vez, una difusión generosa y una tenacidad cautivadora. 

Cuando alguien entra al Universo de Issey Miyake,
debe esperar lo inesperado y no dejarse llevar por viejos hábitos.
En 1992, para la creación de su primer perfume, el diseñador quería transformar el agua en una fragancia…
Para unir estos dos universos, se deben amar las paradojas, tener el alma de un artista y la visión futurista de un diseñador.
¿Qué nos dice este agua?
Su historia.
Una nueva manera de sentir.
L’Eau d’Issey muestra una arquitectura refinada,
un estilo de escritura simple e innovador,
con materiales nobles y sutiles facetas que evocan el espíritu
de las telas de Issey.
Nace de una delicada escritura que describe la naturaleza en una sola palabra.
Como una gota que se centra en el encuentro del agua con los elementos.
Lo que puede obtener de la lluvia, del mar, del rocío, los lagos y manantiales. 

Compuesta por el perfumista Jacques Cavallier,
la fragancia nos cuenta una historia sobre la frescura,
tanto acuática como vegetal,
gracias al loto, con su humedad y aroma delicado, combinado con Fresia.
Después desvela su corazón floral, lleno de peonia y lirio blanco.
Para despertar la curiosidad, añade un toque de clavel picante.
Finalmente, lleva a un camino suave y misterioso, infundido con madera y Osmanthus. 

Una tarde en Paris, Issey Miyake vio la luna brillante sobre la Torre Eiffel.
Con esta imagen, nació la idea de una perla cristalina sobre un frasco de vidrio.
La leyenda es verdadera, incluso si alberga la poesía de las historias que uno puede disfrutar cuando ha caído la noche.
Para investigar la belleza esencial,
Issey Miyake cree que es necesario simplificar.

Para L’Eau d’Issey, el diseñador eligió un frasco que trasciende
el tiempo y la moda.
Nada artificial. Nada ornamental. Nada que engañase.
Para diseñar su frasco, Issey Miyake llamó a dos diseñadores con un talento ecléctico: Alain de Mourgues y Fabien Baron.
Ambos crearon la escultura y arquitectura de L’Eau d’Issey:
algo redondo, cónico, una silueta esbelta como
una línea vertical.
Para evocar la poesía, el movimiento constante del agua que fluye,
una cuenta de vidrio que parece estar suspendida,
como un equilibrista balanceándose en la cuerda floja que
une a la tierra y al cielo.
Este agua está esculpida por líneas que fluyen,
por la sobriedad del vidrio puro y un tono plata satinado.
Una armonía simple, formas sutiles… una elección obvia.
La armonía entre la forma y los materiales, entre la elegancia y la poesía.
Pureza, simpleza, técnica y casi magia.
El refinamiento extremo del nuevo lujo. 

Con L’Eau d’Issey, Issey Miyake ha construido una palabra en la que nuevo no significa efímero, pero es sinónimo de calidad en la innovación y
pureza artísitca.
En este mundo, L’Eau d’Issey trasciende el tiempo y las modas.
Intemporal, siempre sorprendente y evidente, deriva hacia la
perfección eterna. 

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