Si consigo tener una adecuada autoestima global habré conseguido el bienestar psicológico, mientras que la frustración de esta necesidad me producirá un gran sufrimiento.

La autoestima es la valoración que tenemos de nosotros mismos en relación con la importancia que le demos a esta valoración. Es decir, la relación entre nuestras autovaloraciones y nuestras aspiraciones.

Para saber si una persona tiene una alta autoestima debemos conocer lo que piensa de sí misma, pero no de un modo aislado sino en relación con lo que querría ser o cree que debería ser. Entre estos dos conceptos no debe existir mucha discrepancia ya que si existe,  la autoestima quedará dañada.

Estos dos objetivos diferentes: lo que me gustaría ser y lo que creo que debería ser,
nos llevan a sentimientos diversos ya que si no cumplo lo que me gustaría ser me sentiré desilusionado desmotivado y descontento,
si por el contrario no cumplo lo que creo que debería ser,  las emociones que siento son diferentes, ahora sentiré culpa y desprecio.

Hay que señalar que aquello que queremos ser es una mezcla de exigencias sobre nosotros mismos y de referencias sociales.

Para que una autovaloración tenga un efecto importante sobre la autoestima no depende que sea muy positiva o negativa sino que se refiera a objetivos valiosos para la persona. No es solo que me considere guapo, sino que la belleza sea algo importante en mi escala de valores.

Valorarse positivamente significa tener fe en uno mismo y en su capacidad de éxito y esta fe es la que nos da el impulso para actuar, nos da iniciativa y tenacidad,  cualidades muy importantes para triunfar en muchos aspectos de la vida.

No valorarse adecuadamente supone que exista mucha diferencia entre lo que creo que debería ser y lo que creo que soy. Esto hace que sintamos una gran necesidad de los otros y de sus valoraciones positivas para, por un lado recuperar un poco la confianza en uno mismo,  (si los demás me valoran), y por otro lado porque necesitamos  el apoyo de los demás ya que solo no nos vemos capaces de afrontar la vida.

Esta dependencia psicológica de la opinión del otro anula nuestro impulso para actuar, nos daña interiormente y elimina nuestra posibilidad de éxito.

Una buena estrategia para aumentar nuestra autoestima es valorar primero nuestros talentos y carencias y determinar qué objetivos son realmente importantes.

Basta pues que asignemos importancia a aquellos objetivos que estamos en condiciones de alcanzar.

Si yo por ejemplo no soy una persona a la que se le de bien el deporte, es mejor no tener como objetivo vital llegar a ser un buen deportista, ya que el querer ser estará siempre muy alejado del ser y esto dañará nuestra  autoestima.

La memoria de las personas con valoración positiva de sí mismas ha aprendido a ser selectiva y a guardar solamente aquellos acontecimientos agradables – éxitos, alabanzas- de manera que ellos refuerzan aún más la autoestima. Su atención se centra en los comentarios positivos recibidos mientras no se ocupa de los negativos.

La memoria y la atención de las personas con baja autoestima funcionan exactamente de manera contraria: Se fijan en sus fracasos y en los comentarios negativos de los demás no prestando atención a los aspectos positivos, haciendo daño a su autoestima y por supuesto a si mismos.

Por Sol Gragera y Tamara Ruza. Psicopedagogas.
Ilustración: Jordi Labanda.

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